miércoles, 7 de diciembre de 2005

Navidad, navidad...ufa!


Cada año, hacia el final del calendario, comienza una serie de actividades y actitudes que van desde la transmutación de sentimientos hacia la alegría o por lo menos la sonrisa de un gran grupo de terrícolas, si, terrícolas, porque no sólo seres humanos se ven envueltos en estos menesteres, harto conocidos son los casos de animales que se ven forzados a vestir atuendos alegóricos a esta época; pero también existe un grupo de personas que llegan hasta la exacerbación de los nervios por el mismo motivo: La época Navideña.

Por tradición, es una celebración eminentemente católica, donde se celebra el nacimiento del Niño Dios, hecho ocurrido en el pueblo de Belén, protagonizado por una joven llamada María, a quien después de ese 25 de diciembre (que no fue tal día, pero históricamente, esa es la referencia), le fue conferido el Santo título de Virgen (designación que en estos días provoca desde vergüenza hasta compasión en la mayoría de las mujeres occidentales) y aún así, madre de todos los cristianos, contradictorio, pero es una institución. También hay un muchacho llamado José, de profesión carpintero, a quien de manera “compensatoria”, le fue otorgado el título de “Santo”. No lo dudamos. Eso de tener una pareja, que jure y perjure que nunca haya tenido contacto íntimo con ningún ser, y cuantimenos contigo, pero te dé la noticia de que va a ser madre de un niño que se va a autoprocalmar ser el Rey de los Hombres…bueno, hay que tener santidad para evitar actos calificados como pecados mortales en la religión católica. Así que José se tiene bien merecido su título. Nuestros respetos, señor San José.

En fin, este es uno de los mayores hitos mundiales, de hecho, es la referencia para el calendario Gregoriano, aunque antes hubo uno Juliano y…ok, eso es harina de otro costal. Otra celebración. ¡Puaaagh!

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